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4º Programa de Abono del Ciclo Gran Sinfónico ROSS
La belle époque |
La belle époque

07/08DIC2023|20:00H

Teatro de la Maestranza 04 |
20:00 h.
Director | Marc Soustrot

Hector Berlioz | Béatrice et Bénédict, Obertura
Édouard Lalo | Concierto para Violonchelo y orquesta en Re menor
Lili Boulanger | D’un matin de printemps
Arthur Honegger | Sinfonía nº3, “Symphonie liturgique”

Violonchelo | CAMILLE THOMAS
Director | MARC SOUSTROT

La belle époque | Notas al programa
La belle époque
Notas al programa

Los límites temporales de La Belle Époque son imprecisos. No en su tramo final, que viene demoledoramente fijado por los obuses y las trincheras de la Primera Guerra Mundial, sino en sus inicios, que se suelen fijar hacia 1871, al término de la guerra franco-prusiana, pero que podríamos hacer retroceder hasta la Primera Exposición Universal de Londres en 1851.

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Más que un período histórico uniforme La Belle Époque designa la finisecular apoteosis de la burguesía occidental cuyas costumbres, moda y lujos, se difundían a gran velocidad hacia toda la sociedad a través del ferrocarril, el cinematógrafo, la producción en serie y la prensa. Este falso y frívolo esplendor, que aún tuvo ecos modernistas en los felices años veinte, fue incapaz de conjurar los graves males producidos por su inherente desigualdad que provocaron su destrucción.

Definitivamente extirpada del alma de occidente con las cámaras de gas y el hongo atómico, la Belle Époque implica la evocación de un sentimiento de aguda nostalgia por un mundo donde aún la belleza y las cenefas del Art Noveau no habían cedido el paso a la fealdad industrial y a la grisura de la postguerra. Thomas Mann en “La Montaña Mágica” o Proust en “A la búsqueda del tiempo perdido” narraron los estertores de aquel tiempo de balnearios y optimismo comercial.

En la velada musical de hoy vamos a disfrutar de esos contrastes. Así, la primera parte constituye un delicioso paseo por la música francesa, pues ninguna ciudad como París, con sus bulevares, sus vistas impresionistas, su poetas y pintores malditos, sus galerías comerciales de hierro y de cristal encarna mejor este tiempo. Desde la ligera, humorística y optimista obertura de “Béatrice et Bénédict”, a la poética mañana primaveral de Lilie Boulenger (1893-1918), cuya vida fue un suspiro de belleza, o el “Concierto para Violoncelo” de Édouard Lalo (1823-1892), estrenado en 1877, cuya poesía y hondura constituye un intenso testimonio íntimo de la riqueza espiritual de una época de encendida belleza.

 

Por el contrario, la “Sinfonía litúrgica” (1946) del suizo, pero francés de cuna y adopción, Arthur Honegger (1892-1955) es uno de los primeros manifiestos musicales existencialistas donde la condición humana se enfrenta al mundo surgido tras Hiroshima y la Sohá. Bajo los títulos de inspiración religiosa el compositor hace referencia a un nuevo Génesis, pero no se trata aquí de música sacra, sino de una sinfonía humana, una expresión desolada ante la tierra baldía, en la línea del Réquiem de Guerra de Britten, casi dos décadas posterior.

Obertura de “Béatrice et Bénédict

Podemos imaginar el estreno de “Beatriz y Benedicto”, la ópera cómica basada en el shakesperiano “Mucho ruido y pocas nueces”, en el verano de 1862 en la ciudad balnearia de Baben-Baden. La alta sociedad centroeuropea, damas con sombrilla y miriñaque, caballeros con románticos sombreros de copa y corbatas de seda, acudiendo en landó, bajo la sombra de árboles espléndidos y un horizonte de cúpulas de bronce. Los dorados salones de baile donde brillan las bandejas de plata con ponche, las largas volutas de humo que acarician las cristalerías que se nublan como el café donde un húsar juega con un duque al ajedrez. Algo de esta ligereza atemporal presenta esta obertura de brillante orquestación, como siempre en Berlioz, quien componía esta ópera al tiempo que el épico retablo de “Los troyanos”, su gran obra maestra. La obertura resume los principales motivos de una función que ya apenas se representa, pero de la que nos queda este alegre testimonio, como una flor prensada en el álbum de una joven y bella condesa decimonónica.

Concierto para violonchelo y orquesta

Este concierto, tan querido por los solistas, cuya viva emoción es palpable en cada interpretación, supone, al mismo tiempo, un retorno al pasado y un gran salto adelante en la capacidad expresiva del violoncelo, que preludia obras como el concierto de Elgar. Lalo, que quería huir de la música de vanguardia que entonces representaba Brahms donde el solista se pierde entre las masas sonoras como un instrumento más, concede al violoncelo un lugar central en los tres movimientos, preludio, intermezzo y final, en el que todas las frases tienen un carácter grave y poderoso, de gran elegancia y majestad. Se trata de una música introspectiva que reclama la comunión del espectador con el instrumentista, en este caso la parisina franco-belga Camill Thomas, y la de esta con su instrumento, el famoso Stradivarius “Feuerman” de 1730 que perteneció al célebre celista Franchomme para quien Chopin compusiera su sonata para violonchelo y piano en 1846.

D’un matin de printemps

En la preciosa obra de Bruno Monsaingeon “Mademoiselle. Conversaciones con Nadia Boulanger” señala la que fuera mentora de Stravinski y profesora de Leonard Bernstein o Astor Piazzola que la falta de tiempo no es excusa para el creador y que esgrimir esta falta de tiempo oculta siempre una falta de voluntad: “Mozart, Schubert -nos recuerda Nadia- ¡ellos sí que no tuvieron tiempo!”. Mozart y Schubert, claro, pero a quien ella tenía en mente era a su hermana, Lilie Boulanger, quien murió todavía más joven que ellos. Será siempre un misterio a qué alturas musicales no hubiera podido alzarse esta primera mujer ganadora del Premio de Roma en 1913. Aquejada de graves enfermedades, murió con apenas 24 años víctima de la gripe española. Sabedora del poco tiempo que le había concedido el destino dejó un amplio legado de más de cuarenta obras que su hermana Nadia daría a conocer. Basta escuchar esta “mañana de primavera”, cuyo arreglo final fue el último trabajo de su autora, para apreciar la riqueza de las ideas melódicas y la belleza de una música que con carácter programático nos conduce a una mañana de esplendores primaverales, plena de sensorialidad cromática, que anuncia sin duda, mucha de la música posterior del siglo XX.

Sinfonía nº 3, “Litúrgica”

Arthur Honegger, el miembro más díscolo del grupo de “Les Six”, se atuvo menos a la sencillez pre-impresionista invocada por sus compañeros. El componente sinfónico alemán y romántico, al que también se oponían estos artistas, está muy presente asimismo en su obra, como es patente en esta sinfonía, nacida de los horrores de la Segunda Guerra Mundial y que consta de tres movimientos: 1.Allegro marcatoDies irae. 2. Adagio, De profundis clamavi.3. Andante Dona nobis pacem. La dureza agónica del primer movimiento, señalada por las trompas, se transforma en una sucesión de dulces melodías en el segundo y concluye en el tercero con una marcha militar que simboliza a la humanidad errante entre abismos y esperanzas.

José María Jurado García-Posada

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