15/16FEB2024|20:00H
Ludwig van Beethoven | Concierto para violín y orquesta, en Re mayor, Op. 61r
Béla Bartók | Concierto para orquesta Sz.116, BB 123
Violín | SERGEI DOGADIN
Director | MARC SOUSTROT
Notas al programa
Concierto de conciertos… Lo es el de violín de Beethoven porque es el patrón de iridio y platino de todos los conciertos de violín romántico, el espejo donde se miraron Bruch, Mendelssohn, Chaikóvsky, Brahms, Sibelius… y lo es el del Bartók porque lo es individualmente de todos los instrumentos y secciones de la orquesta sin dejar de ser el testimonio sinfónico de una de las personalidades musicales más subyugantes del siglo XX.
Concierto para violín y orquesta
Hablar de Beethoven, ¿explicar? a Beethoven es como hacerlo del Partenón, empresa inútil, porque se explica solo, como la naturaleza. Ante la belleza y grandeza de su obra toda palabra empequeñece. Ninguna programación orquestal está completa si no incluye al menos una pieza del genio de Bonn. Hoy tendremos la suerte de escuchar en las manos del virtuoso ruso Sergei Dogadin una de las páginas más inspiradas y líricas de su autor, que no volvió a escribir, si descontamos el triple concierto, ninguna obra orquestal más para un instrumento del que había sido un perfecto solista. La escritura para violín fue siempre una constante en Beethoven, ahí están los dieciséis cuartetos de cuerda, todos portentosos y abismales los últimos, o las diez sonatas para violín y piano, entre ellas las sonatas “Primavera” y “Kreutzer”, de 1801 y 1802, antecedentes de la obra a la que hoy asistimos. Contemporáneo de la “Cuarta sinfonía”, de “Fidelio”, del “Cuarto concierto para piano” y los cuartetos “Razumovski”, el “Concierto para violín” fue escrito en 1806, un año milagroso en el que, en palabras de Jan Swafford: “En calidad y en cantidad, el nivel de trabajo de Beethoven apenas podría ser igualado por ningún otro mortal, incluido él mismo”. Es en este punto culminante de su biografía musical, iniciado con la sinfonía “Heroica”, cuando se forja la majestad beethoveniana, una elevación del pensamiento -no solo artístico- cuya escucha nos pone indirectamente en contacto con las grandes fuerzas de su tiempo de Goethe a Schopenhauer.
Escrito a gran velocidad y completado apenas dos días antes de su estreno, sin someterse a la estricta reflexión de su creador que sopesaba mucho cada compás, está imbuido, acaso por esa celeridad en la composición, de la gracia y la ligereza que lo hace inteligible a la primera escucha. Compuesto para el virtuoso Franz Clement (“Concierto por Clemencia para Clement dice la dedicatoria), que lo estrenó el 23 de diciembre de 1896 en Viena tocándolo a primera vista, sin ensayo previo bajo la dirección del propio compositor. El concierto consta de tres movimientos: I. Allegro ma non troppo, en re mayor II. Larghetto, en sol mayor y III. Rondo. Allegro, en re mayor.
El concierto se inicia con cuatro suaves golpes de timbal -ejemplo excelso de la genialidad Beethoveniana- que, misteriosamente, marcan la dinámica de toda la obra y que constituyen una suerte de fanfarria, de llamada a la música que va a ser creada. Este motivo se repite constantemente, concediendo unidad a una obra caracterizada por la brillantez y la claridad de su escritura. Al vibrante primer movimiento sucede el larghetto como un remanso de serenidad, mientras el difícil rondó final, anunciado por unas trompas que interpretan un tema de caza, dibuja arabescos infinitos, elevando la intrínseca belleza del violín a otra dimensión.
Concierto para orquesta Sz. 116, BB 123
La búsqueda de materiales folclóricos tuvo en el húngaro Béla Bartók (1881-1945) un afán casi trascendente; pionero de la etnografía musical junto a su compatriota Zoltan Kodaly (1882-1967), sus pesquisas, que lo llevaron incluso a investigar al Norte de África o a interesarse por los cantos indígenas durante su exilio en Estados Unidos, buscaban no solo compendiar la tradición popular o recrearla sinfónicamente, a la manera de los compositores nacionalistas románticos, sino indagar en la misma naturaleza de la música, en su esencia natural y salvaje. El resultado compositivo es el de un lenguaje musical único y complejo en el que todo ese material es reducido y transformado a sus esquemas y motivos sustanciales, con una singular libertad expresiva que, sin incurrir en la abstracción atonal, ofrece una propuesta de vanguardia accesible al gran público. El enigmático “Concierto para orquesta” es un buen ejemplo de ello.
Bártok, cuyos afanes folclóricos en los Cárpatos o en la Rumanía húngara de la que era natural no cedieron jamás a las ideologías supremacistas, hubo de exiliarse a Estados Unidos en 1940 cuando el colaboracionismo de Horthy convirtió a Hungría en un satélite de Hitler. Tras algunas giras de conciertos y colaboraciones académicas que no se ajustaron a sus necesidades llegó a sufrir verdaderas penurias económicas, además de una nostalgia insuperable. El encargo de la Sinfónica de Boston a través de su director Sergei Koussevitzky (1874-1951), verdadero mecenas de la música del siglo XX (Prokofiev, Ravel Gershwin o Hindemith fueron algunos de sus apadrinados), supuso un revulsivo para el húngaro que retomó la composición con entusiasmo. En esas mismas fechas fue diagnosticado de leucemia y la mayoría de los musicólogos coinciden que este “Concierto para Orquesta” tiene no poco de testamento. Complejo, misterioso, incluso arduo, pero al mismo tiempo revelador, consta de cinco movimientos de los que el propio compositor dijo: “El tono general del concierto representa, aparte del segundo movimiento bromista, una transición gradual desde la severidad del primer movimiento y la lúgubre canción del tercero hasta la afirmación de la vida en el último.”
- Introduzione. Andante non troppo – Allegro vivace
Es un movimiento inquietante y espasmódico, tocado, como todo el concierto por el signo funesto del destino.
- Giuoco delle coppie. Allegretto scherzando
Burlesco y juguetón, este juego de copias o espejos, donde los instrumentos de viento van sonando sucesivamente por parejas como solistas, es un prodigio de orquestación que justifica en sí la denominación del concierto… para orquesta.
III. Elegia. Andante non troppo
Lúgubre y sereno, es un espejo que refleja en su negra obsidiana la noche profunda, la misma que inunda su única ópera, “El Castillo de Barbazul” tan solo irisada a veces por alguna vibración instrumental, como una piedra arrojada a las aguas.
- Intermezzo interrotto. Allegretto
En este movimiento increpante escuchamos varias canciones y motivos folclóricos, como la canción “Hungría graciosa y bella”, pero también el remedo, la burla a la “Sinfonía Leningrado” de Shostakovich, ridículamente simple para nuestro autor, que así se mofaría de los estamentos oficiales de la cultura.
- Finale. Pesante – Presto
Bartók vuelve a la tierra, a la ancestral estepa magiar, a los primitivos cantos populares que se encarnan en una melodía hispánica y tribal, universal, como “El Cumbanchero”. Es una resolución orgiástica, una aceptación de la enfermedad y el destierro por dionisíaca vía de la danza salvaje.
José María Jurado García-Posada